Cuando los golpes de la vida nos hacen pensar que enamorarse no vale la pena, terminamos creyendo que lo “conveniente” es vivir una suerte de «amor en tercera persona».
En esos días en los que el horizonte nos parece más cóncavo que de costumbre, asumimos que nunca es bueno entregar el corazón porque recordamos que, cuando lo hicimos en el pasado, esa persona a la que jamás habríamos decepcionado terminó traicionando nuestra confianza.
Con nuestros prejuicios a cuestas, levantamos paredes con bloques hechos de dudas y en nuestro camino aparecen personas valiosas; decidimos darle más poder al miedo y nos prohibimos sentir el amor en toda su dimensión.
Nos limitamos a disfrutar el hecho de “sentirnos amados” y, en efecto, es algo tan satisfactorio y fascinante que nos volvemos adictos a esa maravillosa sensación que todos merecemos… Sin embargo, cuando nos cuidamos demasiado de sentir, nos privamos de la plenitud.
Quien a pesar de los fracasos sigue creyendo en el amor, se da a sí mismo la oportunidad de vivir una experiencia sincera, pura, intensa, limpia, bella y enriquecedora junto a la persona que se merezca su lealtad. Creer que nadie la merece es darle la razón al pasado, a pesar de las oportunidades que nos guarda el futuro.
El escritor francés Antoine de Saint-Exupery decía que “al primer amor se le quiere más, a los otros se les quiere mejor”. Hace poco, un recuerdo de papel me hizo entender que «la felicidad espera por aquellos que lloran, aquellos que han sido lastimados, aquellos que buscan, aquellos que tratan… Por que sólo ellos pueden apreciar la importancia de las personas que han tocado sus vidas»…
Tomar demasiadas precauciones al amar es como ir a la playa y usar al mismo tiempo salvavidas, flotadores, lentes de seguridad, casco, rodilleras, equipo de snorkel y demasiado protector solar… ¡No hay posibilidad de disfrutarlo! y el amor debe estar allí, más que para cualquier otra cosa, para hacernos felices.
¿Recuerdas quién dijo: «Es cierto que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, pero también es verdad que no sabemos lo que nos hemos estado perdiendo hasta que lo encontramos»?
Mientras nuestros sentimientos sean sinceros, optimistas, claros y profundos, no importa cuantas lágrimas se hayan derramado en el pasado (no son más que la manifestación de una lección aprendida); una vez que las heridas han sanado todos merecemos experimentar la calidez del verdadero amor.
«Cuando la puerta de la felicidad se cierra, otra puerta se abre; pero algunas veces nos quedamos tanto tiempo mirando aquella que se ha cerrado, que no vemos la que se está abriendo frente a nosotros».
Siempre que el corazón, el alma, el espíritu y el estómago estén listos para volver a vivir un magnifico sentimiento que nos hace más humanos y más divinos, nadie debería negarse la satisfacción de mirarse en los ojos de quien ama sintiendo que forma parte de algo sagrado… y sin miedo de decir, en primera persona, “te amo”.
