"Así veo a Panamá luego de tres meses viviendo aquí como inmigrante", por @Indiferencia | Entiendelas.com

«Así veo a Panamá luego de tres meses viviendo aquí como inmigrante», por @Indiferencia

Como la mayoría de ustedes ya deben saber, a principios de julio de 2014 mi esposa y yo decidimos mudarnos a Panamá. Tomamos las previsiones del caso, ahorramos lo que pudimos, verificamos que cumplíamos con los requisitos legales para pedir visa de residente y nos vinimos.

La primera semana nos quedamos en un hotel y comenzamos a buscar apartamento en los periódicos locales y en Encuentra24.com. Después de un día intenso viendo opciones, conseguimos uno que nos gustó; con el detalle de que estaba a un precio superior al que teníamos presupuestado pero decidimos hacer el esfuerzo de pagarlo, motivados por la cercanía del inmueble a los sistemas de transporte público y por el propio apartamento en sí, ya que vino totalmente amoblado (hasta colador de pasta, bandejas para el horno y potecitos para guardar el café y el azúcar trajo).

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Lo que nos pidieron fue un mes por adelantado y un mes de depósito. En Panamá se estila que los gastos de comunidad (condominio), agua, gas y aseo urbano corran por cuenta del propietario. Tuvimos que esperar cinco días mientras limpiaban el apartamento y notariaban el contrato, pero lo que más se demoró fue la instalación de la electricidad; ya que aquí la luz “sale” a nombre del inquilino y es tan cara que cuando un inmueble se desocupa siempre se pide la suspensión del servicio para evitar que se genere cualquier deuda.

Una vez mudados, vino la siguiente fase: ¡El internet! Afortunadamente la persona que nos alquiló conocía un vendedor de la empresa Cable Onda y sólo esperamos dos días para que lo instalaran. Pero generalmente, y de acuerdo a lo que me informaron en la empresa, ese proceso demora a veces hasta dos semanas; lo que hubiese sido terrible porque nuestro trabajo depende de Internet y, para nosotros, estar desconectados es como ser taxista sin tener carro. Podrán imaginarse.

Acto seguido nos tocó lidiar con algo que ya nos habían comentado, pero ni idea de que sería tan fuerte. Nótese que nosotros venimos de la zona norte del oriente venezolano, o sea, de la orilla de la playa, donde el promedio de temperaturas está por encima de los 32°C todo el año pero, aquí, en serio que EL CALOR nos ahogaba.

Las primeras dos semanas en el apartamento (donde casi nunca prendemos los aires acondicionados para ahorrar luz) fueron de “muerte lenta”. La temperatura estaba altísima, la humedad aún más, los ventiladores soplaban una especie de vapor sofocante, nuestros pulmones, glándulas sudoríparas, cerebro, sistema digestivo, piel, todo estaba a punto de colapso. Casi se sentía como si estuviéramos respirando agua, nos movíamos en cámara lenta, jamás habíamos consumido tantas bebidas frías en nuestra vida. De verdad que eso, hasta ahora, ha sido lo más difícil de esta aventura.

No sé si fue que nos vinimos en el momento más caliente del año o que pasadas las dos primeras semanas nuestro organismo se adaptó al clima de Panamá; pero sea lo que haya sido doy gracias a Dios porque no hemos vuelto a sentir eso. Es cierto que seguimos sudando muchísimo, pero al menos no parece que estamos encerrados en una ciudad-sauna con la temperatura al máximo.

Pasado ese período, ya con internet en casa (que por cierto salió más barato contratar internet+teléfono, que internet sólo); comenzó la segunda etapa: Buscar abogado. En nuestro caso particular, decidimos que no íbamos a darle nuestro dinero al primero que consiguiéramos, ni tampoco al más barato sólo porque fuera el más económico. Eso fue un proceso que realicé con mucho cuidado y con bastante investigación porque, aunque no me consta, he escuchado demasiados rumores de abogados que te quitan el dinero y luego no hacen los trámites o simplemente no los vuelves a ver.

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Es por eso que tomé en cuenta diferentes variables, tanto objetivas como subjetivas para elegir, entre los miles que hay, a aquel que me inspirara la confianza suficiente como para darle mi dinero, que bastante difícil que es ganárselo.

Al final conseguí a un grupo de jóvenes profesionales que, más allá de simplemente ser abogados de migración; ofrecen un servicio completo a todo aquel que busca venirse a Panamá: Desde ayudarlos con la parte de vivienda, asesorarlos respecto a la inscripción de los hijos en el colegio, asesorías para inversión, hasta charlas motivacionales y de adaptación para quien viene llegando a un país nuevo.

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