En sus ensayos, treinta voluntarios sanos con edades comprendidas entre los 20 y 35 años se concentraron en aprender de qué forma funcionaban sus músculos durante un entrenamiento físico con máxima fuerza. A continuación, realizaron contracciones mentales del abductor del meñique o de los músculos flexores del codo durante 15 minutos al día, 5 días a la semana, durante 12 semanas. Para comprobar que no movían realmente los músculos, los científicos usaron la electromiografía.
Tras los experimentos, la fuerza de abducción del dedo aumentó más de un 35 % y que la fuerza de flexión del codo se incrementó un 13,5 % en el grupo que realizó los ejercicios «imaginarios», en comparación con el grupo de referencia.
Además, en las resonancias magnéticas funcionales de sus cerebros realizadas tras entrenar se observó una actividad mayor y más concentrada en la corteza prefrontal en comparación con las imágenes previas al entrenamiento.